Conferencia Gustavo Bueno
https://youtu.be/WdPIgsGmDcU
1. Lila, cuéntanos cómo, con tan sólo 15 años, decides implicarte en la causa provida con la fundación de Live Action.
En realidad fue a los nueve años, cuando encontré una fotografía de un niño abortado en el primer trimestre de gestación. Al ver sus manos y sus pies, me conmoví. Incluso siendo una niña de nueve años, pude ver que se estaba cometiendo algo horrible y quise hacer algo al respecto.
3. ¿Qué le dirías a la gente que piensa que el aborto es (sólo) una cuestión religiosa o ideológica?
No es necesario utilizar ningún argumento religioso para defender la vida. El aborto es un abuso a los derechos humanos. Podría ponerse al mismo nivel que la esclavitud o el Holocausto judío. No podemos vivir con seguridad en un mundo en el que acabar con niños en el vientre de su madre -nuestros hermanos más débiles- sea algo aceptable.
Benigno Blanco
Teresa de Calcuta
1.- Lee el siguiente testimonio
de médicos y enfermeras ex abortistas recogidas en un video: (Extractos de declaraciones sobre temas como
“El aborto y la liberación de las mujeres”)
Hellen Pendley: Empecé a trabajar para una de las
compañías más grandes del país; hoy en día todavía opera doce clínicas de
aborto en los Estados Unidos. En la entrevista inicial me preguntaron: ¿Está
usted a favor del derecho de decidir? ¡Claro que sí! respondí, aunque no había
pensado mucho en ello. La segunda fue ¿le molesta el hecho de que esto sea un
negocio? Dije que no porque tengo experiencia tanto en los negocios como en el
campo médico. No había ninguna duda de que yo estaba allí para hacerles ganar
dinero. Nadie me dijo: "Espero que usted esté a favor del aborto porque
queremos que ayude a estas mujeres". (…) Eso sonaba muy bien, pero en vez
de cambiar yo a la industria del aborto, la industria me cambió a mí.
Pronto empecé a ver las cosas como las
ven los abortistas, es decir, cuantos más abortos practiquemos, más dinero
ganaremos. Teníamos un desmenuzador de papeles en mi oficina para que si venía
un fiscal al día siguiente, no encontrara ningún informe médico.
La vida o la muerte no significan nada
en una clínica de abortos. Si no se respeta la vida del no nacido, ¿como y por
qué se va a respetar la vida de la madre? Eso no sucede.(..) Si quiere saber la
verdad nunca las vi como mujeres. Para mí, si eran tan estúpidas como para
creer nuestras mentiras, se merecían exactamente lo que íbamos a hacerles; esa
era la forma en que yo las trataba. A
los médicos de nuestras clínicas no les importaban los pacientes, lo cual es
común en todo el país. Los ginecólogos que trabajan en su práctica privada y
venían a nuestra clínica cuando alguna de sus pacientes tenía complicaciones,
me llamaban a mí. Pero yo no soy médico, ni estoy entrenada para evaluar
problemas como hemorragias postquirúrgicas. No estoy capacitada para poder
diagnosticar y recetar un tratamiento pero lo hice durante tres años porque me
lo exigían. Cuando me llamaban después de cerrar la clínica y me decían:
"tengo hemorragia; ¿qué hago?" ese era mi problema, no el del médico.
Yo era la persona de guardia, quien recetaba las medicinas.
Luhra Tivis: Una mujer llamó y dijo: "Estoy
llamando por mi hija; quiero saber cómo se hace el procedimiento… y añadió:
"¿Han tenido alguna vez algún bebé vivo?" Esa pregunta me sorprendió,
porque nunca había pensado en esa posibilidad. De modo que pregunté a mi
supervisora Elena lo que debía contestar. Elena me dijo: "Respóndale que
aquí no hemos tenido ningún nacimiento vivo." Luego averigüé que era
mentira.
Joy Davis: Hace catorce años me ofrecieron
empleo en una clínica de abortos en Birmingham, Alabama. Consideré que la
oferta era muy buena y que además de ayudar a las mujeres, lucharía por una
buena causa, así que acepté el puesto. Al poco tiempo de empezar a trabajar, me
di cuenta que no estábamos allí para ayudar a las mujeres. Era un negocio para
ganar dinero. (…)Pensé que era una idea maravillosa, acepté su oferta y llegué
a ser directora regional de seis clínicas de Aborto en Mississippí y Alabama.
Teníamos el mejor equipo, y personal eficiente y bien entrenado, pero les
mentíamos a las mujeres para poder ganar dinero. No veíamos muchas mujeres por
día, para no tratarlas como ganado. Queríamos dedicarles tiempo y darles la
clase de atención médica que necesitaban.
A los pocos meses, su avaricia se impuso. Le
parecía que no ganaba suficiente dinero, así que despidió a los anestesistas
porque ganaban mucho. Después de unos pocos meses observando cómo anestesiaban
a las pacientes, empezamos nosotras mismas a hacerlo. Sin tener ni idea de lo
que hacíamos. Solo repitiendo lo que habíamos visto hacer. Más adelante
despidieron a las enfermeras de
la sala de recuperación; después al técnico de laboratorio y
así sucesivamente. (…) Comencé a
entrevistar a personas que no tenían conocimientos médicos en absoluto para que
hicieran trabajo de anestesistas, técnicos de laboratorio, enfermeras y hasta
de médicos. Las condiciones de la clínica donde yo trabajaba eran muy malas. No
había unidad de cuidados intensivos y la mayor parte del personal no estaba
bien entrenado y no tenía experiencia médica. Nunca teníamos el mismo médico,
porque rotaban continuamente. Uno de los médicos, Tommy Tucker, me dijo un día
que quería abrir su propia clínica, para hacer bien las cosas y tener el mejor
equipo posible y empleados muy bien preparados y entrenados. Quería emplear
anestesistas para poder usar anestesia general y que las mujeres no sufrieran
-porque en la clínica donde trabajábamos las mujeres sufrían mucho.
Mis pacientes me querían porque me tomaba mi
tiempo y les daba mucho amor pero en realidad estaba arriesgando
irresponsablemente sus vidas. De las miles de pacientes que vimos, no recuerdo
ni un nombre, ni una cara. Me refería a ellas según lo que pagaban. Ese es un
caso de cuatrocientos dólares, ese es un caso de cinco mil dólares. No las veía
como personas, sólo como números.
Yo contraté y entrené gente de la calle sin
conocimientos médicos. Veíamos aproximadamente 10 mujeres por día, pero eso no
era suficiente. Empezamos a ver tantas como podíamos admitir en cada clínica. Pero
como el médico no podía estar en todas partes, me entrenó a mí. Yo no estuve ni
un día en una escuela de medicina, era solo una técnica de ultrasonido. Tenía
experiencia de negocios, pero no sabía nada de medicina, excepto lo que durante
años había visto hacer a los médicos. Entonces comencé a practicar abortos,
cirugía, poner Norplants, criocirugía, Papanicolau y exámenes pélvicos. Hacía
todo lo que él hacía y estaba orgullosa porque veía que lo hacía mejor que él.
Todos los empleados decían: "Necesita ver a la Dra. Davis", porque
pensaban que yo era mejor médico que él. Nunca tuve problemas con las
pacientes. No tuve que hospitalizar a ninguna mujer; las de él, por el
contrario, había que hospitalizarlas en condiciones muy críticas casi todos los
meses, con histerectomías o tejidos retenidos. A sus pacientes les pasaban todo
tipo de desgracias.
Un día una jovencita vino para un
aborto tardío en el segundo trimestre. Nosotros poníamos fin a embarazos aún en
su fase terminal. El doctor vino, le practicó el aborto mientras yo asistía con
la sonografía y dejó la sala
apenas terminó. Ella estaba todavía bajo anestesia general suministrada por una
persona no profesional. La llevé al cuarto de recuperación, me quedé con ella e
hice todo lo posible para estabilizarla, pero comenzó a sangrar mucho y no pude
contener la hemorragia. Corrí a donde estaba el médico y le dije: "tiene
que ayudarme, se está desangrando y no sé que hacer." El dijo:
"examínela, averigüe porqué está sangrando y pare la hemorragia. Así de simple;
estoy ocupado." Yo hice todo lo que sabía, pero ella seguía sangrando.
Llamé un ambulancia para llevarla al hospital, y cuando él lo supo se enfadó
mucho, canceló la ambulancia y me dijo:"Yo soy el médico aquí y soy el que
tomo las decisiones. No podemos enviar esta paciente al hospital en esa
condición, nos lincharían. Trate de estabilizarla”. Pero ya había sangre por
todas partes. Salía a chorros y no podía pararla. Corrí a pedirle al doctor que
me ayudara. Le dije:"si no me ayuda, se va a morir." El me
contestó:"Bueno, llame a la ambulancia; yo tengo que tomar un avión",
y se fue. Entonces llamé a la ambulancia, que tardó veinte minutos en llegar.
Durante ese tiempo me dí cuenta que yo no era médico, y me asusté mucho de
haber permitido que me pusieran en esa situación de tratar de salvar una vida,
sin saber cómo hacerlo.
De modo que fuí al Consejo Médico y al Fiscal
del Distrito y entregué toda la información acerca de la negligencia que
habíamos cometido. Confesé haber practicado medicina sin licencia y suministré
la evidencia. Me dijeron que querían que continuara siendo empleada de él, para
seguir recopilando información y que este era un caso claro de homicidio por
negligencia, pero querían saber más. Así que continué trabajando con el mismo médico
y entregándoles información, pero pasaba el tiempo y no hacían nada al
respecto.
Un día, el Dr. Tucker regresó a
Alabama, donde yo estaba en ese momento y me dijo que había tenido muchas
dificultades en Mississippi. Me dijo que yo tendría que ir allí, para intentar
calmar a los empleados, porque había problemas. Le pregunté qué había pasado Y
me dijo: "Bueno, una joven vino por un aborto. Yo pensé que tenía 18
semanas de embarazo; pero resultó que estaba más cerca del término. Cuando le
inserté la laminaria entró en parto y dio a luz un bebé vivo y saludable".
¿Y usted qué hizo? Y él me contestó: "qué podía yo hacer? Maté al bebé y
todos los empleados están muy exaltados, de modo que usted debe ir a resolver
eso."
Judith Fetrow: Es difícil estar involucrada en la
industria del aborto por un tiempo y seguir creyendo que es un procedimiento
seguro. Aún con los mejores médicos, hay muchas complicaciones menores y a
veces, mayores. Vi como el Dr. William Pierd le perforó el útero a una mujer y
después le mintió acerca de la gravedad de la perforación. (…): El aborto supuestamente libera a las
mujeres. Esta es una de las mentiras más grandes del movimiento feminista: que
para ser mujeres libres, debemos ser copias de los hombres y no debemos tener
útero. Que matar niños significa salvarlos y que las mujeres están más seguras
y son más autónomas y más capaces de cuidarse y protegerse, si no tienen niños.
La complicación más horrorosa que presencié
fue la de una
mujer que dejó de respirar durante el aborto. El Dr. Michael Sussman
simplemente salió de la sala
al terminar; a pesar de que le dije que la paciente no respiraba y me dejó sola
con ella. Cuando el médico tuvo que regresar, ni siquiera siguió el
procedimiento indicado para esa emergencia. Fue un milagro que la mujer no
muriera.
Lo otro que pasaba por mi mente era
que el doctor ya no era mi héroe. El hizo que yo llegara a ganar 100.000
dólares al año, pero en ese momento me di cuenta de que realmente era un
cobarde: se había ido cuando la paciente más lo necesitaba. Se la llevaron y me
alegré, por haberme quitado esa responsabilidad y porque estaría en el
hospital, con médicos que podrían encargarse de ella. Hasta que me llamaron del
hospital para decirme que había muerto.
Entonces empecé a tener pesadillas en
las que veía su cara cada vez que cerraba los ojos. Me sentí tan culpable y
tenía tanta rabia de que el hombre que yo había admirado fuera tan negligente
que todo esto casi me destruyó. Después, el Consejo Médico pidió los informes de
la paciente y él se atrevió a cambiarlos, para dar la impresión de que no había
sido tan negligente. Me dio los informes originales del historial clínico de la
paciente y me dijo que fuera al sótano a quemarlos inmediatamente, que no
podíamos ir al juzgado así porque nos iban a linchar; que teníamos que ocultar
lo que pasado. Pero no pude: metí los informes en mi maletín, porque sabía que
no podría mentir para favorecerle en éste caso. No podía ocultar más lo que él
había hecho.